Fantasyland no es solo una zona de Disneyland París. Es el corazón palpitante del parque, donde los sueños se mezclan con el recuerdo de nuestra infancia, donde los cuentos cobran vida y la magia no solo se ve, se respira.
Entrar en Fantasyland es como cruzar las páginas de un libro de cuentos. Puedes hacerlo a través de los arcos del Castillo de la Bella Durmiente, por un lateral del mismo, o incluso desde las selvas de Adventureland. Pero sea cual sea el camino que tomes, todos conducen a lo mismo: la nostalgia, la maravilla, y ese “clic” en el alma que nos recuerda por qué amamos tanto Disney.
La espada, el carrusel y el comienzo del cuento
Nada más atravesar el castillo, el primer símbolo de la aventura se alza frente a ti: la Espada de Merlín clavada en la piedra. Un reto para pequeños y mayores que sueñan con ser reyes o reinas por un instante. Justo detrás, el encantador Carrousel de Lancelot, una joya clásica que gira al ritmo de una melodía medieval. Aquí empieza la historia.
Blancanieves, la Reina Malvada y un rincón encantado
A la derecha del carrusel se abre un rincón de cuento: la tienda y la atracción de Blancanieves y los Siete Enanitos. Es uno de esos lugares donde todo está cuidado al detalle, desde las maderas talladas hasta la música suave que te acompaña. Y si miras bien, en la ventana sobre la entrada, la Reina Malvada se asoma entre las cortinas… una aparición que pocos notan, pero que te pone los pelos de punta si la pillas.
Frente a esta zona se encuentra uno de los lugares más especiales de Fantasyland: el Auberge de Cendrillon. Un restaurante de lujo con cocina francesa refinada donde, si tienes reserva, podrás cenar rodeado de princesas. Cada rincón del salón parece sacado de un castillo real: vidrieras, chimeneas, vajilla digna de una corona.
Pinocho, el teatro de marionetas y un restaurante que une dos mundos
Más adelante, el cuento cambia de tono y nos lleva a una zona inspirada en la arquitectura alemana, donde se encuentra la atracción de Pinocho. Justo al lado, Au Chalet de la Marionnette, un restaurante de comida rápida que guarda un secreto: es el único que une dos lands del parque, Fantasyland y Adventureland. Un guiño a Geppetto, que seguro estaría orgulloso de ver cómo su casa se convierte en paso entre dos mundos.
Volar con Peter Pan… y con Dumbo
Si hay una atracción que simboliza la magia del parque, esa es Peter Pan’s Flight. Volar sobre Londres en una noche estrellada, ver a los Darling dormidos, las luces del Big Ben, el barco de Garfio… todo desde tu propio navío flotante. Es pura emoción condensada en pocos minutos.
Y no muy lejos, Dumbo the Flying Elephant, que en 2019 fue renovada con nuevos colores y más detalles. Es de esas atracciones que, aunque simples, te devuelven la sonrisa sin pedir permiso.
Conocer a Mickey... o a Papá Noel
En un rincón discreto, pero mágico, se encuentra el Meet Mickey Mouse, donde el ratón más famoso del mundo recibe a sus fans en su camerino. Decorado como un auténtico teatro, con cortinas rojas y luces doradas, es uno de los lugares donde más se respira emoción. Y en Navidad… sí, ahí también podrás conocer al mismísimo Papá Noel.
Las tazas, el laberinto y las vistas más bonitas
Al salir de este encuentro, el parque se vuelve más colorido, más loco, más “Alicia”. Las Mad Hatter’s Tea Cups giran y giran al ritmo de carcajadas, mientras Alice’s Curious Labyrinth te invita a perderte entre setos hasta llegar al castillo de la Reina Roja, desde donde puedes disfrutar de las vistas más alucinantes de Fantasyland.
Entre estas dos atracciones, encontrarás varios puestos de snacks y refrescos, ideales para tomar un respiro.
Un tren de circo y cuentos en miniatura
Si te adentras por la calle junto al molino, descubrirás una zona más tranquila, menos transitada, pero igual de mágica. Ahí te espera el Casey Jr. – Le Petit Train du Cirque, un trenecito que serpentea por colinas y puentes, rodeado de miniaturas de cuentos en la atracción vecina: Le Pays des Contes de Fées. Un paseo en barca donde verás la ciudad de Agrabah, el castillo de la Bella y la Bestia, y hasta la cueva de las maravillas de Aladdin.
Princesas de carne y hueso
Uno de los mayores atractivos para los más pequeños (y no tan pequeños) es el Pabellón de las Princesas, donde puedes conocer a una de las protagonistas de los clásicos Disney. Hay una princesa por la mañana y otra por la tarde, y cada encuentro es único. El escenario, con vidrieras y tronos, lo convierte en un auténtico salón real.
It’s a Small World: un clásico inolvidable
Y para cerrar este recorrido como se merece, la joya final: It’s a Small World. Un viaje por los cinco continentes con niños de todos los países cantando una misma melodía que nunca se olvida. Color, luz, movimiento y ese espíritu de unidad que solo Disney sabe transmitir. Es más que una atracción, es una declaración de intenciones.
Un bocado antes de despedirse
Al salir de Fantasyland, encontrarás una pequeña zona para reponer fuerzas: una heladería y la Pizzeria Bella Notte, inspirada en el rincón italiano donde La Dama y el Vagabundo compartieron su plato de espaguetis. Un lugar tranquilo, acogedor, con aroma a tomate y albahaca. El broche final perfecto.
Nuestras Redes Sociales